La agresividad II

viernes, 13 de julio de 2012

     Estudios realizados con universitarios que practican la lucha olímpica ponen de manifiesto que inmediatamente antes del combate los niveles de testosterona son más bajos que al iniciar éste. Análogamente, nada más recoger el diploma de licenciado, los jóvenes presentan un sensible aumento de la testosterona.


     No afirmo que el nivel de testosterona carezca de influencia sobre el comportamiento agresivo. Ahora bien, ésta es débil y existen muchos factores que pueden anularla, distorsionarla o amortiguarla. [...] Estoy dispuesto a conceder que la posesión de niveles más elevados de testosterona puede predisponer a los varones a aprender papeles agresivos con algo más de facilidad, pero los datos relativos a los primates no indican que exista una barrera hormonal capaz de impedir que las segundas aprendan a ser más agresivas que los primeros si las exigencias de la vida social reclaman papeles socio-sexuales agresivos para las mujeres y comportamientos más pasivos para los varones."


     Hablamos entonces principalmente de un aprendizaje de la actitud agresiva, y aunque el factor innato esté presente, como hemos comentado arriba, no es ni mucho menos determinante para asumir un determinado rol, y que la agresividad es un hábito aprendido en función de unas necesidades de supervivencia o de expectativa social.

Para saber más:
- Marvin Harris. Nuestra Especie. Antropología. Alianza editorial.
- Trianes Torres, María Victoria, Gallardo Cruz, J. Antonio. Psicología de la educación y el desarrollo.
Ediciones pirámide.


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