INSTRUCCIÓN Y EDUCACIÓN
"Se nos enseñan muchas cosas -dice con frecuencia el joven-, menos a pensar ni a vivir". El resultado es lógico. Los hombres medio instruidos, pero no educados, tienen su inteligencia y su corazón punto menos que salvajes; oscilan al azar, guiados por un oscuro instinto más difícil de interpretar que el oráculo de Delfos; ignoran el arte de formar ideas propias y el de servirse de las ajenas, y la anarquía de su desvariado pensamiento se refleja en la inconstancia de su conducta, que por fáciles modo se envilece en el egoísmo y ateísmo práctico. Así, la sociedad contemporánea, hija de aquellas psicología para la cual la nota característica del espíritu es el pensamiento, no ve en el hombre más que la inteligencia, y en la inteligencia, el entendimiento; es decir, la fuerza de penetración y acomodo de los pormenores. Así también el gobierno de esta sociedad no está, como suele decirse, en manos del dinero ni de la fuerza, sino del talento, de los hombres sagaces, astutos, rápidos de compresión, descreídos de ideal y expeditos de lengua.
Por manera de educación de nuestros tiempos padece, primeramente, por suponer que el elemento intelectual es el único que necesita racional dirección, y abandonar el resto a la conciencia individual, y al irregular y a veces contradictorio, estímulo de los varios sucesos a que se fía la formación de nuestro espíritu en todas relaciones. Y en segundo lugar, peca esa educación, dentro ya de esa misma esfera, a que tenazmente se limita, por ser principal, casi exclusivamente, pasiva, asimilativa, instructiva, ciñéndose a imbuir en nosotros las cosas que se tienen por más averiguadas y dignas de saberse, sin procurar el desarrollo de nuestras facultades intelectuales, su espontaneidad, su originalidad, su inventiva.
Francisco Giner de los ríos. Por una senda clara. Edita: Junta de Andalucía con motivo de la celebración del Día Internacional del Libro. 2011.

0 comentarios:
Publicar un comentario